En junio del 2008, Regis Ferrey, uno de los chefs pasteleros del Palacio del Eliseo de París, reveló que el presidente Nicolás Sarkozy suele comer un chocolate proveniente de la selva peruana, más precisamente de un poblado llamado Alto El Sol.
Hay que valorar el dato, porque cuando se trata de ese manjar a base de cacao, los refinados paladares europeos no se equivocan. Son expertos conocedores del llamado "fruto de los dioses", una de cuyas versiones más exquisitas se cultiva en ese caserío de la selva de San Martín.
No viven más de 100 familias en esta comunidad fundada en 1964, cálida en temperaturas y en afectos. Está a tres horas de Tarapoto, rumbo a Juanjui; para llegar hay que internarse en la provincia de Mariscal Cáceres hasta llegar al distrito de Pachiza, en un vehículo que salta sobre una estrecha vía sin asfalto para finalmente cruzar un pequeño tramo del río Huayabamba, afluente del Huallaga, y atravesar el poblado de San Ramón, que anuncia que se está a solo 15 minutos de Alto El Sol. Allí se entienden los elogios a su planta estrella.
La combinación de orden y técnica en sus procesos, el calor altamente húmedo -no menor de 30°C-, el cultivo sobre los 300 metros de altura y la relación emocional de los agricultores con sus árboles, que crecen sobre una tierra abonada naturalmente, explican el intenso sabor frutado y delicadamente ácido de su cacao.
CRIADO CON CARIÑO
Mardonio Quiñones, delegado de la comunidad, explica el inicio del proceso. "En el vivero nacen nuestras plantas. Colocamos las semillas en bolsas con tierra preparada naturalmente con bosques de ganado, de aves de corral y cáscaras del fruto fresco del cacao. Todas reposan sobre un techo de hojas grandes que llamamos tinglado. Cuando las primeras hojas salen a la luz vamos descubriendo ese tinglado para que se acostumbren al sol intenso paulatinamente y hagan una buena fotosíntesis. Están empezando a vivir y hay que darles un trato delicado, como a los bebés".
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