Los clientes de un nuevo restaurante de Bangkok alucinan con el primer "robot-mesero" del mundo, que sirve con precisión milimétrica platos de cocina japonesa y baila al son de música pop entre los aplausos de los comensales.
Vestido con un traje de guerrero samurái y con una pantalla en lugar de ojos, este particular servidor es el último grito en tecnología robótica aplicada con fines comerciales y quizás el futuro del negocio de la restauración, según su creadora.
"No llega tarde, no se toma una pausa para fumar, y no pide una propina pese a que hace el trabajo de ocho personas por turno", asegura Lappassarada Thanapant, la dueña tailandesa de Hajime, un restaurante de cocina nipona que abrió sus puertas hace menos de dos meses en un moderno centro comercial de la ciudad.
Thanapant explica que la idea del robot le surgió hace seis años, cuando durante un viaje a Japón visitó por curiosidad una feria de robótica experimental y encargó a una empresa local un prototipo de robot con brazos denominado "Motoman".
En cuanto le presentaron con el modelo idóneo, no dudó en pagar seis millones de bat (185.000 dólares) por cuatro "meseros" o "camareros" súper eficientes y rápidos.
"Son casi perfectos, no se pueden equivocar y la higiene es total porque no pueden tocar la comida o a los clientes", señala la propietaria, que confía en recuperar su inversión en menos de dos años gracias a la popularidad del invento.
ASÍ TRABAJA
Cada mesa cuenta con una pantalla táctil en la que se piden los platos, según el típico sistema japonés de buffet motorizado y a un precio razonable: 449 bat (14 dólares) por el menú básico y 555 bat (17 dólares) por una degustación de carne y pescado importados.
En cuanto la comida está lista, el terminal avisa a los comensales de que el "mesero" está a punto de llegar, para que nadie se pierda el espectáculo.
LOS ASISTENTES
Dos de los robots son una versión más simple con un solo brazo, que se encargan de tomar los platos de la cocina y entregárselos a sus compañeros más avanzados, con dos miembros, cuerpo móvil y "uniforme".
Éstos últimos toman el pedido y tras recorrer en un santiamén un raíl hasta la mesa correspondiente, despachan a través de una pequeña ventanilla que sólo se abre cuando están a punto de llegar y de la que luego se llevan los cuencos vacíos.
Thanapant confiesa que retirar los platos acabados es una de sus asignaturas pendientes, pues los camareros mecanizados detectan si el cliente ha terminado mediante un dispositivo óptico que a veces falla.
"De vez en cuando, alguien decide comer la carne pero no la verdura, o se deja algo que quería comerse luego, y el robot se lo lleva enseguida de vuelta", indica.
Tampoco han perfeccionado un sistema para que sirvan las bebidas o pagar la cuenta, casi las únicas funciones que sigue realizando el personal humano, del que también depende colocar cada plato en el lugar correcto para que lo recojan sus compañeros de metal.
La dueña del restaurante reconoce que todavía están empezando y quedan por pulir ciertos detalles, aunque subraya que hasta el momento la acogida entre el público ha sido tan positiva que piensa incluso en abrir otro local en Bangkok, por supuesto también con robots.
Además y por si todo esto no fuera suficiente, cada hora llega el momento de la actuación.
En cuanto empieza a sonar por los altavoces una conocida melodía pop, los robots dejan de servir platos y durante unos minutos se ponen a "bailar", moviendo sus brazos al ritmo de la música, dando vueltas como una peonza mientras recorren arriba y abajo el raíl entre los aplausos de los comensales.
"A los niños les encanta, muchas familias se quedan hasta la siguiente función para volver a ver el baile", afirma con orgullo Thanapant.
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